“Mis muñecas han sabido a veces de las caricias de la seda y a veces de las lujurias de la lana, del oro de los príncipes y de las cadenas de los esclavos. Mis dedos han levantado mil velos, mis labios han sonrojado a mil vírgenes, mis ojos han visto agonizar ciudades y caer imperios”.
León el Africano
“A veces, en Samarcanda, al atardecer de un día lento y triste, los ciudadanos ociosos van a deambular por el callejón sin salida de las dos tabernas, cerca del mercado de las pimientas, no para degustar el vino almizclado de Sogdián, sino para espiar idas y venidas u hostigar a algún bebedor achispado, al que arrastrarán por el polvo, cubrirán de insultos y condenarán a un infierno cuyo fuego le recordará hasta el fin de los siglos el rojo reflejo del vino tentador”.
Samarcanda
“En el extremo norte, donde nace, el Tigris indómito corre entre las rocas y sólo algunos barqueros armenios se atreven a navegar por él, con los ojos clavados en las efervescencias de las pérfidas aguas. Extraña arteria en la que los navegantes no se cruzan, no se adelantan, no intercambian saludos ni consignas. De ahí esa impresión embriagadora de navegar solo, sin demonio protector, sin otra escolta que las palmeras de las orillas”.
Los Jardines de Luz
Foto de Kote Rodrigo/Efe
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