La central de Chernóbil fue
clausurada en 2000, catorce años después del accidente. Pero mientras las
sustancias radiactivas de su interior no sean almacenadas de forma estable y
segura, sigue siendo una amenaza. EFE
Desde el pasado
martes, treinta años después del peor accidente nuclear que ha sufrido la
humanidad, la central de Chernóbil se cubre con un inmenso caparazón de acero para evitar fugas de radiación
durante el próximo siglo, tras cuatro años de intensos y complicados trabajos. Tiene
forma semicircular, ha costado 2.100 millones de euros y deberá garantizar
durante los próximos decenios que las 200 toneladas de magma radiactivo que
yace en el interior del reactor pueda contaminar el agua, la atmósfera o el
suelo.
Esta gigantesca estructura
metálica que recuerda un hangar y ha sido bautizada con el nombre de 'arco'
está compuesta de cuatro piezas, tiene 162 metros de longitud y una altura de
108 metros. Pesa 25.000 toneladas y lo ha realizado la empresa francesa
Novarka. Se espera que dure por lo menos 100 años y su instalación permitirá
acometer el desmantelamiento del recubrimiento viejo y del reactor en su
conjunto. El 'arco' en 2014, William
Daniels
Esta nueva
cúpula deberá aún ser dotada de equipamiento, lo que elevara su peso hasta
las 36.000 toneladas, y no estará plenamente operativa hasta finales del año
que viene. En su interior alojará un compartimento tecnológico con los
últimos adelantos en materia de seguridad nuclear, dotado de esclusas sanitarias,
y talleres de fragmentación y empaque. La idea es desmontar el sarcófago
viejo para extraer el combustible atómico.
Sección transversal del
sarcófago sobre el reactor 4
Fuentes: ABC, El País, The New York Times, The Guardian
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