Gaza; al fondo, los
edificios iluminados de Israel.
La vida en Gaza es
difícil. Entre el 27 de diciembre de 2008 y el 18 enero de 2009, el
ejército israelí llevó a cabo una ofensiva militar de las más violentas en los
últimos sesenta años contra esos territorios. Según estimaciones
oficiales, los ataques causaron 1.400 muertos y más de 5.000 heridos. En
2007, Israel impuso un bloqueo que dura ya diez años y que ha tenido y continúa
teniendo consecuencias muy graves para la población de la Franja de Gaza, que
carece de las necesidades básicas como el agua, que en gran medida no es
potable, medicinas y electricidad.
La única planta de
energía de Gaza cerró en abril por falta de combustible y, desde entonces,
Israel se ha convertido en su proveedor de electricidad. Los nuevos recortes
limitan la electricidad a menos de tres horas al día y esto afecta
principalmente a personas hospitalizadas y aquellos que necesitan una máquina
para vivir. Durante las horas sin suministro los residentes utilizan
generadores privados, paneles solares y otras fuentes que funcionan con
baterías. Pero solamente los que pueden pagárselo.
Matar por el
bloqueo no escandaliza a la opinión pública mundial. Actualmente se estima que
el 80 por ciento de la población que vive en Gaza depende de la ayuda
humanitaria. A mediados de julio,
las Naciones Unidas publicó un informe
sobre el empeoramiento de la situación humanitaria en la Franja de Gaza. En él
se dice que los acuíferos podrían quedar inutilizados a finales de año, que la
crisis energética y sanitaria continúa y que más de la mitad de
los dos millones de habitantes tienen problemas para encontrar comida. El
responsable de la ONU para Asuntos Humanitarios, Robert Piper, declaró que la
vida en Gaza es "insoportable".
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