En Kibera, la barriada chabolista más
grande de Nairobi, Kenia -y también de África-, los miércoles por la tarde
cuando terminan las clases, una de las aulas se transforma en un estudio de
ballet. Se retiran los pupitres y las sillas y se barre el suelo. Un grupo de
unas 20 niñas que llevan ropa de ballet de color azul, rosa y violeta esperan a
que llegue Mike Wamaya, antiguo bailarín profesional y profesor de ballet.
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El fotógrafo Fredrik Lerneryd, que vive en Nairobi,
pasó el último año y medio fotografiando a este grupo de bailarines. Las
bailarinas (y bailarines) en sus fotos son jóvenes estudiantes que estudian
baile por diversión. “Para empezar, el ballet está considerado, al menos para
mí, como un tipo de danza de clase alta. No me esperaba encontrarlo en un asentamiento
como Kibera”. Visualmente, los leotardos, las medias y los tutús dan toques de
color al aula oscura. Y Lerneryd insiste en que “se trata de una historia sobre
sueños, esperanzas, lograr algo más grande que la vida normal” que tendrían en
Kibera.
Gracias a la
financiación de Artists for Africa,
una organización que colabora con la organización benéfica Anno's Africa, algunos niños, gracias a su talento, viven en un
internado fuera del barrio y entrenan en el Dance Centre Kenia, un estudio de danza profesional situado en
Karen, un suburbio de clase alta en Nairobi.
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Fuentes: Anno's Africa, National Geographic
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