Los vacunatorios VIP (llamados en las redes sociales ‘Circovid’,
remedando la canción “Circo Beat”, de Fito Páez) refuerzan la idea bien o mal
extendida de que el acceso a la función pública no es para servir sino para
servirse. Es indignante observar a funcionarios que asumen su posición como un
privilegio de casta que los encarama por encima del ciudadano medio.
En las semanas pasadas, una serie de escándalos surgieron
en Perú, Argentina, Ecuador y Chile. Funcionarios, familiares de
funcionarios y personas con influencia se saltaron las listas de pacientes
prioritarios (en la mayoría de los casos, gente mayor, personas en riesgo y
trabajadores de la salud) y recibieron vacunas antes de su turno y a espaldas
de la gente. El abuso de autoridad como símbolo de desprecio por las
necesidades de la mayoría. Quienes deben ser ejemplares ante una de las
peores crisis humanitarias de los últimos cincuenta años muestran su lado más
cínico.
En Perú, fue descubierta una nómina de casi 500 personas poderosas -incluido el expresidente Martín Vizcarra,
su esposa y hermano- que aprovecharon su posición para ser inmunizados. En
Ecuador, el exministro de Salud envió un cargamento de dosis destinado a
trabajadores de la salud a la residencia de lujo donde vive su madre. Al
menos 37.306 personas -entre ellas, funcionarios y celebridades- fueron
vacunadas antes de su turno en Chile. Y en Argentina, una decena de individuos
recibieron inyecciones a escondidas en las oficinas centrales del Ministerio de
Salud y un periódico acusó al entonces ministro de reservarse 3.000 dosis para
distribución discrecional.
Las explicaciones de numerosos miembros del ‘Circovid’ latinoamericano abonan la idea del fuero merecido. Es posible que algunos de los funcionarios ni siquiera creyeran que actuaban de mala manera, sino que hacían uso de un derecho adquirido por dirigir. Es un problema, claro: asumían con naturalidad que pertenecían a un círculo áulico que les proporcionaba prerrogativas. Pero es indignante que en la cúspide del poder -de donde han de emanar normas de comportamiento- haya funcionarios repartiendo vacunas como salvavidas para sus amigos. Pedir más que transparencia ahora mismo es difícil. Acabemos con la covid, luego cerremos las puertas del circo.
Fuente: nytimes (Diego Fonseca)
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