jueves, 2 de diciembre de 2010

Al este del Edén: los ‘chicos malos’



Eugenie, 37 años, adicto a las drogas y mafioso. "He elegido este camino. No sé por qué. Esa es mi vida. Eso es todo".



Vasiliy, 50 años, pasó 22 en la cárcel, mató a su padrastro y tres hombres que habían violado a su esposa. "Es un grito al verse atrapado en este lugar olvidado de Dios . No sólo están en medio de la nada, sino que  no hay ningún otro sitio a donde ir ".


 El fotógrafo de Magnum, Bruce Gilden, hizo un viaje a la profunda Rusia. Allí se encontró con un grupo de matones a pequeña escala: carteristas, ladrones a mano armada, ladrones de coches, un policía corrupto, drogadictos… Todos viven en una comunidad sombría cobijados en viejas dachas de madera. Todos se encuentran atrapados entre el vodka, la violencia y la delincuencia. "Me gustan los chicos malos", dice Gilden. "Mi padre era un gángster. Siempre me ha gustado la gente oscura, extrema, de tipo secundario."  


Sergey, el Jabalí, 33 años en un picnic.



Alexey, 38 años. "Me he arrepentido de todos mis delitos. Voy a la iglesia todos los domingos y canto en el coro.



Del lugar donde pasó 16 días entre mayo y junio, dice que “es muy medieval. La vida ha sido desde siempre muy dura y ahora ellos (la mafia local) están siendo expulsados”. 


  Alexey, de 29 años. "He renunciado a la vida criminal. Ahora soy honesto".



Sergey en una sauna con Anatoly y su esposa.


Sergey luchando con Dimitri, de 28 años, un coronel de la policía.


Pasó la década de los noventa bajo Boris Yeltsin y el capitalismo salvaje, que dio pie al surgimiento de todo tipo de gente que pescó en río revuelto en un país sin ley. Sin embargo, con la llegada de Vladimir Putin en el 2000, se puso ‘orden’ en el sistema de corrupción   y muchos mafiosos fueron asesinados a tiros  y otros terminaron en la cárcel.  Hoy la policía sigue recibiendo sobornos de estos mafiosos de poca monta, que reparten las ganancias del contrabando y las drogas con aquellos.


Un tatuaje en el pie de Alexey. 


Sergey con su esposa, enfermera. Ha pasado 14 años en prisión y no quiere volver, por lo que ha renunciado a su vida de gánster.


Sergey tira a un borracho al suelo.




Fuente: The Guardian
 

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