martes, 21 de febrero de 2012

Photo of the Year de 2011






Una mujer sostiene a su hijo herido en brazos, dentro de una mezquita utilizada como un hospital de campaña por los manifestantes contra el gobierno del presidente Ali Abdullah Saleh, durante los enfrentamientos en Sanaa, Yemen el 15 de octubre de 2011. La instantánea ha sido elegida entre más de 100.000 imágenes realizadas por un total de 5.247 fotógrafos provenientes de 124 países de todo en mundo. En la fotografía contrasta el negro del niqab (un velo islámico que cubre todo el rostro a excepción de los ojos) con el cuerpo desnudo del joven herido que está en los brazos de la mujer. Fue publicada por el diario The New York Times.

El mundo vio a una mujer abrazada al cuerpo de un hombre. Una mujer fuerte, dentro de un niqab, y un hombre desnudo, herido y vulnerable tendido a sus pies. La tela negra absorbía la luz que reflejaba la madera del telón de fondo y matizaba la piel del mártir, casi transparente. La escena era tan clásica que al verla muchos hablaron de La Piedad de Miguel Ángel, una conexión que resolvía, de un plumazo, la interpretación de la escena, mientras que otros reconocieron en ella la dignidad del sacrificio, la inmutable jerarquía de todo lo que ha existido y seguirá existiendo.

La imagen, premiada con el WorldPress Photo de este año, es una abstracción de las revoluciones árabes, el símbolo de un mundo redondo, libre de aristas pesadas, de esos detalles que, al desbaratar la épica, hacen comprensible la vida.

Entender la foto, completar su narrativa visual, es hablar de la lucha contra la dictadura pero también del sometimiento al caudillaje, a liderazgos que no son los que parecen. Es admitir la pugna por las libertades civiles pero también de la preeminencia de la injusticia, fortalecida por las tradiciones sociales y religiosas.

La mujer se llama Fátima y el hombre, Said. Ella tiene 36 años y él 18. Son madre e hijo, miembros de la familia Al Kauas, un centenar largo de personas que viven en un edificio de la calle Jail, en el centro de Saná, capital de Yemen. Son clase media, con escasa educación. Trabajan en la construcción y, como tantas otras familias, tienen negocios comerciales que dependen de la estabilidad política; es decir, de un sistema de sobornos y favores: arenas movedizas que obligan a cambios frecuentes de alianzas tácticas y que a ellos les ha colocado en el centro de la revolución.







Fotos de Samuel Aranda






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