viernes, 15 de junio de 2012

‘Hopper’



‘Autorretrato’ (1925-1930). Entre marrones y azules, Hopper mira de manera distante y esboza una sonrisa congelada. Sus biógrafos le describen como un hombre alto, desgarbado, parco en expresión y de principios irreconducibles.



El pintor estadounidense Edward Hopper (Nyack, 1882-Nueva York, 1967) fue uno de los principales representantes del realismo del siglo XX. A pesar de que durante gran parte de su vida su obra pictórica no recibió la atención de la crítica ni del público y se vio obligado a trabajar como ilustrador para subsistir, en la actualidad sus obras se han convertido en iconos de la vida y la sociedad moderna.



 

‘Árbol seco y vista lateral de la casa Lombard’ (1931). Lo que da originalidad a esta acuarela y la distingue de otras de temática similar es la silueta del árbol seco a la izquierda de la edificación. Además, su imagen, tan poco frecuente en pleno verano, da al ambiente un aire de desolación y muestra la habilidad de Hopper para otorgar un aspecto y un contenido extraño a un tema tan sencillo y cotidiano.



 

‘Muchacha cosiendo a máquina’ (1921). Como en la mayoría de las escenas de interior de Hopper, la luz se convierte en protagonista del cuadro.



 Estudió en la New York School of Art con William Merrit Chase y Robert Henri. Realizó varios viajes a Europa y, desde muy pronto, se interesó por la cultura y el arte europeos, en especial por los impresionistas, sobre todo Degas y Manet, de los que aprenderá a resolver las formas con gruesas pinceladas. Su producción artística es relativamente escasa, ya que fue un pintor de ejecución lenta y pausada.





‘El Martha Mckeen de Wellfleet’ (1944). Es un lienzo impresionante con fuertes tonalidades de azul en contraste con las blancas velas y el banco de arena. La luz del sol dramatiza toda la composición y las gaviotas proyectan sombras azules.  




‘Casa junto a la vía del tren’ (1925). El inquietante caserón que Alfred Hitchcock recreó para rodar ‘Psicosis’ en 1960.



 Su carácter taciturno y sus formas austeras, tuvieron un fuerte reflejo en su obra, que se caracteriza en su conjunto por la simplificada representación de la realidad y por la perfecta captación de la soledad del hombre contemporáneo.



 

‘Carretera de cuatro carriles’ (1956). Los personajes de Hopper ven pasar el tiempo en soledad. Es el cronista de una clase media deprimida.






‘Sol de la mañana’ (1952). Josephine (Jo) Nivison rondaba los 60 años cuando fue retratada por su marido. Los ojos parecen cuencas vacías. El brazo izquierdo, que sí aparecía en los bocetos preparatorios, fue eliminado. Jo fue su modelo en la mayor parte de sus obras y también su biógrafa y administradora.



Es el pintor de la arquitectura, de la melancolía, del erotismo de lo desconocido, de la complejidad de las relaciones interpersonales, del Nueva York de la Gran Depresión. Autor de una obra indisolublemente ligada al cine, a la fotografía y a la literatura del siglo XX, es el gran ilustrador de la vida cotidiana en Estados Unidos. El Manhattan de entreguerras, los bungalós de Cape Cod, donde veraneaba, la soledad compartida en la habitación de un hotel, las mujeres de mirada perdida son algunos de los temas más conocidos de un artista que alcanzó el reconocimiento pleno solo al final de su vida.

 


‘Habitación de hotel’ (1931). Hopper hace una evocadora metáfora de la soledad, uno de sus temas preferidos. El aspecto tranquilo y melancólico de la muchacha contrasta con la frialdad de la estancia, desnuda, sencilla y despersonalizada.





‘Habitación en Nueva York’ (1932). La pintura congela un momento en el que la pareja lee ignorando la presencia del otro. Un silencio muy cinematográfico.



El tratamiento cinematográfico de las escenas y el personal empleo de la luz son los principales elementos diferenciadores de su pintura. Aunque pintó algunos paisajes y escenas al aire libre, la mayoría de sus temas pictóricos representan lugares públicos, como bares, moteles, hoteles, estaciones, trenes, todos ellos prácticamente vacíos para subrayar la soledad del personaje representado. Por otra parte, Hopper acentúa el efecto dramático a través de los fuertes contrastes de luces y sombras. 



 

‘Reunión nocturna’ (1949).Su primer comprador fue el magnate Stephen Clark. Lo devolvió al galerista porque sus visitas encontraban un “tufillo comunista” en la obra.





‘Hotel junto al ferrocarril’ (1952). La ventana es un recurso que organiza las composiciones. No se sabe si el hombre mira algo determinado o sólo da la espalda a la mujer.


El Museo Thyssen estrenó en Madrid una retrospectiva que se verá hasta el 16 de septimbre, con una selección de 73 obras que recorre su trayectoria artística, ofreciéndonos un retrato exhaustivo de un pintor esencial para el arte del siglo XX. Organizada con los Museos Nacionales de Francia, la muestra viajará en otoño a París, al Grand Palais.




 ‘Dos cómicos’ (1966). Sobre el escenario, Pierrot y Pierrette inclinan sus cabezas despidiéndose de los espectadores. Los actores son él y su mujer. Cuando termina de pintar el cuadro, reingresa en el hospital neoyorquino del que había salido para terminar su trabajo y muere. Tras su fallecimiento,  comienza entonces el auténtico reconocimiento mundial del artista que supo pintar como nadie la América de la Gran Depresión.




‘Noctámbulos’ (1942). No sólo es el cuadro más famoso hecho por Hopper, sino también uno de los más reconocibles del arte estadounidense. Pero el museo de Chicago no lo ha querido prestar para esta exposición para desilusión de muchos.










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