‘Autorretrato’ (1925-1930). Entre
marrones y azules, Hopper mira de manera distante y esboza una sonrisa
congelada. Sus biógrafos le describen como un hombre alto, desgarbado, parco en
expresión y de principios irreconducibles.
El pintor estadounidense Edward Hopper (Nyack, 1882-Nueva
York, 1967) fue uno de los principales representantes del realismo del siglo
XX. A pesar de que durante gran parte de su vida su obra pictórica no recibió
la atención de la crítica ni del público y se vio obligado a trabajar como
ilustrador para subsistir, en la actualidad sus obras se han convertido en
iconos de la vida y la sociedad moderna.
‘Árbol seco y vista lateral de
la casa Lombard’ (1931). Lo que da originalidad a esta acuarela y la distingue
de otras de temática similar es la silueta del árbol seco a la izquierda de la
edificación. Además, su imagen, tan poco frecuente en pleno verano, da al
ambiente un aire de desolación y muestra la habilidad de Hopper para otorgar un
aspecto y un contenido extraño a un tema tan sencillo y cotidiano.
‘Muchacha cosiendo a máquina’ (1921).
Como en la mayoría de las escenas de interior de Hopper, la luz se convierte en
protagonista del cuadro.
Estudió en la New York
School of Art con William Merrit Chase y Robert Henri. Realizó varios viajes a Europa
y, desde muy pronto, se interesó por la cultura y el arte europeos, en especial
por los impresionistas, sobre todo Degas y Manet, de los que aprenderá a
resolver las formas con gruesas pinceladas. Su producción artística es
relativamente escasa, ya que fue un pintor de ejecución lenta y pausada.
‘El Martha Mckeen de Wellfleet’ (1944). Es un lienzo impresionante con
fuertes tonalidades de azul en contraste con las blancas velas y el banco de
arena. La luz del sol dramatiza toda la composición y las gaviotas proyectan
sombras azules.
‘Casa junto a la vía del tren’
(1925). El inquietante caserón que Alfred Hitchcock recreó para rodar
‘Psicosis’ en 1960.
Su carácter taciturno
y sus formas austeras, tuvieron un fuerte reflejo en su obra, que se
caracteriza en su conjunto por la simplificada representación de la realidad y
por la perfecta captación de la soledad del hombre contemporáneo.
‘Carretera de cuatro carriles’
(1956). Los personajes de Hopper ven pasar el tiempo en soledad. Es el cronista
de una clase media deprimida.
‘Sol de la mañana’ (1952). Josephine
(Jo) Nivison rondaba los 60 años cuando fue retratada por su marido. Los ojos
parecen cuencas vacías. El brazo izquierdo, que sí aparecía en los bocetos
preparatorios, fue eliminado. Jo fue
su modelo en la mayor parte de sus obras y también su biógrafa y administradora.
Es el pintor de la arquitectura, de la melancolía, del
erotismo de lo desconocido, de la complejidad de las relaciones
interpersonales, del Nueva York de la Gran Depresión. Autor de una obra
indisolublemente ligada al cine, a la fotografía y a la literatura del siglo
XX, es el gran ilustrador de la vida cotidiana en Estados Unidos. El Manhattan
de entreguerras, los bungalós de Cape Cod, donde veraneaba, la soledad compartida en la
habitación de un hotel, las mujeres de mirada perdida son algunos de los temas
más conocidos de un artista que alcanzó el reconocimiento pleno solo al final
de su vida.
‘Habitación de hotel’ (1931). Hopper
hace una evocadora metáfora de la soledad, uno de sus temas preferidos. El
aspecto tranquilo y melancólico de la muchacha contrasta con la frialdad de la
estancia, desnuda, sencilla y despersonalizada.
‘Habitación en Nueva York’
(1932). La pintura congela un momento en el que la pareja lee ignorando la
presencia del otro. Un silencio muy cinematográfico.
El tratamiento cinematográfico de las escenas y el personal
empleo de la luz son los principales elementos diferenciadores de su pintura.
Aunque pintó algunos paisajes y escenas al aire libre, la mayoría de sus temas
pictóricos representan lugares públicos, como bares, moteles, hoteles,
estaciones, trenes, todos ellos prácticamente vacíos para subrayar la soledad
del personaje representado. Por otra parte, Hopper acentúa el efecto dramático
a través de los fuertes contrastes de luces y sombras.
‘Reunión nocturna’ (1949).Su
primer comprador fue el magnate Stephen Clark. Lo devolvió al galerista porque
sus visitas encontraban un “tufillo comunista” en la obra.
‘Hotel junto al ferrocarril’
(1952). La ventana es un recurso que organiza las composiciones. No se sabe si
el hombre mira algo determinado o sólo da la espalda a la mujer.
El Museo Thyssen estrenó en Madrid una retrospectiva que se verá hasta el 16 de septimbre, con
una selección de 73 obras que recorre su trayectoria artística, ofreciéndonos un retrato
exhaustivo de un pintor esencial para el arte del siglo XX. Organizada con
los Museos Nacionales de Francia, la muestra viajará en otoño a París, al Grand Palais.
‘Dos cómicos’ (1966). Sobre el
escenario, Pierrot y Pierrette inclinan sus cabezas despidiéndose de los
espectadores. Los actores son él y su mujer. Cuando termina de pintar el
cuadro, reingresa en el hospital neoyorquino del que había salido para terminar
su trabajo y muere. Tras su fallecimiento, comienza entonces el auténtico reconocimiento mundial del
artista que supo pintar como nadie la América de la Gran Depresión.
‘Noctámbulos’ (1942). No sólo
es el cuadro más famoso hecho por Hopper, sino también uno de los más
reconocibles del arte estadounidense. Pero
el museo de Chicago no lo ha querido prestar para esta exposición para
desilusión de muchos.
Fuentes: Museo Thyssen, El País, El Cultural
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