Assa
Togo, de 75 años.Tiene siete hijos y 20 nietos. Desde los 15 años se ha ganado
la vida practicando la mutilación genital. Lo hizo por primera vez en Sudán,
cuando buscaba un empleo con el que alimentar a su familia. Por sus manos han
pasado miles de niñas a lo largo de estos años. PLAN
La Asamblea General de Naciones Unidas el 27 de noviembre de
2012 aprueba por primera vez una resolución condenando la mutilación genital
femenina y pedía a los Estados miembros que prohiban y castiguen esa práctica,
a fin de proteger a mujeres y niñas de "cualquier forma de violencia"
y poner fin a la impunidad. Se acordó que el 6 de febrero fuera declarado el
Día Internacional de la Tolerancia Cero contra la Mutilación Genital Femenina.
Kadi Doumbia, de víctima ha pasado a heroína. En tres años, y con la ayuda de sus hermanas, ha fundado en su aldea y otros pueblos limítrofes un total de cinco asociaciones que alertan sobre los peligros de la mutilación genital femenina. "Destruyeron mi cuerpo a través de esta práctica abominable, he pasado un infierno", dice. En cada uno de sus tres partos estuvo al borde de la muerte por hemorragias abdominales y una parálisis asociada. PLAN
La Asamblea General indicó que se trata de un atropello irreparable e irreversible que niega los derechos humanos de las mujeres y las niñas. También recordó que la mutilación supone una amenaza para la salud mental, sexual y reproductiva de las mujeres y puede incrementar su vulnerabilidad al VIH.
A pesar de los esfuerzos realizados en los planos nacional,
regional e internacional, la práctica sigue existiendo en muchos países. La
Organización Mundial de la Salud (OMS) ofrece cifras escalofriantes: cerca de
140 millones de mujeres en el mundo han sufrido mutilación genital y dos
millones más la padecen cada año. Aunque el problema se focaliza principalmente
en África -es una práctica habitual en 28 países de este continente- y en
algunos países de Oriente Próximo, tampoco Europa está exenta de riesgo.
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