Durante el día Waseem Akram, de
27 años, vende accesorios de telefonía móvil en una tienda de un antiguo barrio
de Rawalpindi. Pero por la noche, Akram, frente al espejo, se maquilla para convertirse en Rani, una bailarina lista para actuar en bodas, fiestas o eventos privados.
Pakistán, un
país religioso y conservador, donde los extremistas islámicos lanzan ataques casi
a diario, además de seguir una estricta interpretación de su fe musulmana, donde los roles masculinos y femeninos están claramente definidos, los
travestis y transexuales tienen difícil encontrar el equilibrio en sus vidas, en
sus dos identidades.
A pesar de la
situación difícil en la que viven, además de enfrentarse al acoso y abuso que
sufren, parece que algo está cambiando. Una sentencia del Tribunal Supremo de
2011 les ha permitido obtener documentos de identidad sin la
indicación de género, ni hombre ni mujer, y que les permite ejercer el derecho
al voto y presentarse a un cargo
político.
Muchos de ellos
tienen que dejar sus lugares de origen para buscar el anonimato en la gran
ciudad, por temor a las reacciones familiares, mientras ocultan su identidad a
los vecinos y compañeros de trabajo. Uno de los papeles en los que se les tolera es
como bailarinas en bodas y otras celebraciones festivas en las que hombres y mujeres
están estrictamente separados.
Fuente: Pakistan Today
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