Las cabañas estaban rodeadas de
pequeños cultivos de maíz, yuca y plátanos, que podrían abastecer entre 80 a
100 personas. En total, contando las otras malocas próximas, el grupo puede tener más de 300 miembros. La tribu nunca ha tenido contacto con el mundo exterior. Se desconoce qué idioma
hablan ni quienes son. Para las autoridades brasileñas son simplemente los
indios de la cabecera del río Humaitá.
El fotógrafo Ricardo
Stuckert se encuentra involucrado en un proyecto fotográfico titulado Indios brasileiros. A primeros de diciembre
llegó al Estado de Acre,
en el noroeste del país, y el día 18, embarcó junto con José Carlos Meirelles, un
experto en los pueblos indígenas, en un helicóptero para acercarse hasta Jordao, en la
frontera de Perú. Cuando una tormenta obligó al aparato a
dar un rodeo, gracias al cual descubrieron un asentamiento de chozas alrededor
de una maloca. A la vista de la
aeronave, los indios, igualmente sorprendidos, se apresuraron a dispersarse en la
selva y dispuestos a disparar sus flechas. Sin embargo, cuando el
helicóptero volvió a sobrevolar la zona, pasaron del pánico a la curiosidad. Parecían
más interesados que asustados.
A diferencia de
otras áreas de la Amazonia brasileña, en el Estado de Acre se aplica una
política de estricta protección de los bosques y de los pueblos indígenas. Las tribus ahora aisladas de la zona, se pueden considerar seguras. Pero más
allá de la frontera, las selvas peruanas están infestadas de madereros
ilegales, buscadores de oro y traficantes de droga. Amenazas que en el pasado
han aniquilado tribus enteras.
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