Misión cumplida. El ‘rover’ Perseverance, lanzado el 30 de julio pasado, aterrizó correctamente en Marte el jueves 18 de febrero en el cráter Jezero, después de un viaje de 203 días, a una velocidad de más de 20.000 km/h y casi 470 millones de kilómetros recorridos, con el objetivo de buscar rastros de vida pasada en el lago que contuvo dicho cráter. Concretamente, rastreará no solo los signos de vida microbiana pasada -los astrobiólogos esperan que esta última misión pueda ofrecer alguna evidencia para probar si ese fue el caso-, sino que recolectará y almacenará rocas y regolitos marcianos (roca y polvo) para que futuras misiones los traigan a la Tierra, caracterizará la geología y el clima del planeta y allanará el camino para la exploración humana en un futuro cercano.
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Desde hace unos 4.100 millones a 3.700 millones de años, los volcanes arrojaron gases a la atmósfera de Marte, espesándola, atrapando el calor y permitiendo la formación de nubes y la lluvia. Se formaron ríos que excavaron valles y llenaron lagos, que dejaron su huella en la superficie del planeta. Sin embargo, con el tiempo, Marte se volvió más frío, seco y mucho más inhóspito. Uno de aquellos ríos fluyó hacia el cráter Jezero desde el oeste, llenándolo. Los sedimentos arrastrados formaron un delta en abanico
Otras dos misiones llegaron a Marte este mes. La nave espacial Hope de los Emiratos Árabes Unidos comenzó a orbitar el planeta el 9 de febrero, seguida un día después por la nave Tianwen-1 de China. Está previsto que Tianwen-1 envíe un rover a aterrizar en mayo, y Hope seguirá orbitando. Sólo ocho naves espaciales han operado con éxito en la superficie marciana.
Imágenes: NASA/JPL-Caltech
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