Gorka Lejarcegi
Jorge Semprún murió en París este martes. Tenía 87 años. Con él se pierde para siempre parte de los recuerdos del preso número 44.904, su matrícula en Buchenwald, el campo de concentración alemán en el que vivió deportado entre los 20 y los 22 años. Semprún construyó su obra literaria con los fragmentos de su propia memoria y en ella queda, pues, el recuerdo de los hechos y de los sentimientos de una vida marcada a fuego por todas las barbaries modernas.
Con la desaparición de Jorge Semprún se pierde una memoria del siglo. El resto está en su obra. Imborrable. Esos libros, llenos de vida y de amor a la vida, bella o gris, están llenos también de lecturas que alguna vez sirvieron de refugio. Él, que elegía con cuidado cada una de sus citas, colocó hace 10 años una frase del actor y poeta Roland Dubillard al frente de Viviré con su nombre, morirá con el mío. Nueve palabras que dicen algo que suena a decisivo en la voz de un escritor de la memoria: "Estoy seguro de que mi muerte me recordará algo...".
Morgana Vargas Llosa
Yo creo que Jorge Semprún vivió no como testigo sino como protagonista los grandes tumultos históricos del siglo XX... Acometió la lucha contra el fascismo, fue un militante de la Resistencia y vivió la experiencia atroz de los campos de concentración de los ques se salvó de milagro. Luego, vivió la ilusión comunista y las grandes facturas del comunismo cuando se rebelaron los campos de concentración, el GULAG... Participó después del intento de la experiencia eurocomunista y fue purgado por el comunismo estalinista. Pero no se desilusionó. Siguió siendo un militante luchando por una democracia de izquierdas con la que se comprometió. Fue también un gran escritor comprometido, cuyos libros son un testimonio vivo con el que ingresó en las polémicas contemporáneas. Como Albert Camus, la suya fue una literatura llena de una gran preocupación moral. Fue un magnifico escritor, gran ensayista, muy amigo de sus amigos, un hombre servicial y sin fronteras, un europeo con una visión transnacional y generosa. La muerte de Semprún es una perdida que vamos a sentir mucho todos, los españoles, los franceses, la Europa en la que creyó; era una rareza, su ejemplo y su obra van a quedar. Éramos muy buenos amigos. Todos los que lo conocimos sentimos un gran vacío con esta muerte.
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