El legendario teatro Bolshói, la catedral mundial del ballet, reabre este viernes sus puertas, tras más de seis años de obras faraónicas y de escándalos artísticos. En la recuperación del aspecto decimonónico del edificio se ha concentrado el trabajo de centenares de artesanos en distintos campos, algunos ya extinguidos, desde el tejido a mano de la seda a la restauración de tapices y gobelinos, pasando por la fabricación de un determinado tipo de papel maché.
La reforma, que ha costado unos 500 millones de euros, ha duplicado el espacio útil del teatro, pasando de 30.366 metros cuadrados a 72.830, destacando la sala de conciertos, denominada Beethoven, para 330 espectadores. También ha reducido su aforo, en aras de la comodidad, de 2.100 a 1.720 plazas. Ni siquiera los dictadores soviéticos Lenin y Stalin pudieron resistirse a los encantos del ballet burgués y la compañía del Bolshói se convirtió durante el siglo XX en una de las imágenes de marca del alma rusa.
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