Saber la cantidad de copias de la Gioconda que circulan por el mundo es tarea imposible de cuantificar; sin embargo, la que posee el museo de El Prado es coetánea a la de Da Vinci, y es posible que ambas obras se iniciaran al mismo tiempo por el maestro y alguno de sus discípulos.
Tras los trabajos de restauración, una vez retirados los repintes de la obra, el fondo oscuro del cuadro ha dejado al descubierto un paisaje que se aprecia con más nitidez que en el original. También son más nítidos los detalles del vestido. El tamaño del original y la réplica es prácticamente el mismo (77 x 53 centímetros para el primero, y 76 x 57 para la segunda).
Para Donald Sassoon, autor de ‘Leonardo y la Mona Lisa. Historia del mayor enigma del arte’, la copia fue hecha simultáneamente y tiene un parecido asombroso con el original. La otra gran novedad es el paisaje de fondo. En cuanto a la ‘sonrisa misteriosa’, no hay ningún misterio, es una sonrisa, lo que no sabemos es por qué sonríe. Quizás sea la mejor copia de la Mona Lisa. Ésta se exhibirá junto con el original, en el museo del Louvre, en una exposición temporal el próximo marzo. Pero lo importante de la Gioconda está en la manera en que Leonardo mejora algunas técnicas que no son suyas: el ‘contraposto’, y el ‘esfumato’, que la convierte en obra maestra.
ACTUALIZADO EL 21 FEBRERO
Gorka Lejarcegi
La «Gioconda de Madrid», ha quedado expuesta al público en la sala 49 del Museo del Prado hasta el 13 de marzo, antes de su traslado al Louvre, donde formará parte, del 29 de marzo al 25 de junio, de la exposición temporal 'La última obra maestra de Leonardo da Vinci, Santa Ana'.
Cuatro meses duró la restauración más célebre de los últimos tiempos en El Prado (con permiso, por cierto, de la extraordinaria efectuada sobre El vino en la fiesta deSan Martín, de Pieter Brueghel el Viejo, casi ya arrumbada en lo que a popularidad se refiere ante el empuje involuntario de la otra Gioconda). Su autora, la restauradora Almudena Sánchez, eliminó los barnices oxidados, acabó con el funesto repinte negro que tapaba el paisaje de fondo (puesto ahí en el siglo XVIII, según el estudio) y con el que cubría el velo y el cabello de Lisa Gherardini en la parte izquierda del retrato, y por fin procedió a la reintegración cromática que permitió la resurrección de la copia en su estado original. En resumen, y en palabras de la propia restauradora: "Se abre una ventana que estuvo dos siglos cerrada".
Fuente: El País
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