La bóveda —escribe Giorgio Vasari— se convertirá en el
candil destinado a iluminar la historia de los estilos para muchas de las
próximas generaciones de artistas. A lo largo de sus cinco siglos de edad, la
sala ha pasado por varias restauraciones. La última terminó en 1994.
Aquel 31 de octubre de 1512, cuando Julio II inauguraba con
la liturgia de Vísperas la bóveda concluida por Miguel Ángel, después de un
esfuerzo enorme que duró cuatro años (1508-1512), el Papa no podía imaginar que
aquel fresco de más de mil metros sería la meta irrenunciable del así llamado
turismo cultural. Al menos diez mil personas entran cada día en la CapillaSixtina, con picos de veinte mil en los períodos de máxima afluencia turística.
Ciertamente, hoy cinco millones de visitas al año en la
Capilla Sixtina hacen que el problema sea arduo. La presión antrópica con el
polvo inducido, la humedad que los cuerpos llevan consigo, el anhídrido
carbónico producido por la transpiración, comporta incomodidad para los
visitadores y, a largo plazo, posibles daños para las pinturas. Sin embargo, parece ser que no
se va a restringir el acceso de las personas para preservar el ingente
patrimonio artístico que alberga, sino que se pondrían los más avanzados medios
tecnológicos capaces de garantizar la eliminación del polvo y la contaminación,
el recambio rápido y eficaz del aire, el control de la temperatura y de la
humedad, que aplicados correctamente permitirían conservar en las mejores
condiciones y por el mayor tiempo posible, el Miguel Ángel que la historia nos
ha dado.
Antes del cónclave de abril de 2005 del que salió elegido Papa Joseph Ratzinger. AP
“El tiempo en que solo los duques rusos o los señores
ingleses, o expertos como Bernard Berenson podían acceder a las obras maestras
del arte ya se acabó definitivamente. Esta es la época del turismo de los
grandes números, millones de personas quieren disfrutar de la cultura
histórica. Además, la Sixtina no es solo un lugar artístico: es una capilla
consagrada, un manual de teología”, escribre el director de los Museos
Vaticanos, Paolucci, en el Osservatore Romano.
Corbis
Fuente: L’Osservatore Romano
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