La
plaza Firdous, en
el centro de Bagdad, escenario de una
fotografía tomada por Jerome Delay
en abril de 2003, cuando una estatua de Saddam Hussein está siendo derribada. Hoy en día el pedestal permanece vacío, con vigas
dobladas en la parte superior; a los lados se han pegado carteles del clérigo
chiita antiestadounidense Muqtada al-Sadr en uniforme
militar.
La fotógrafa Maya Alleruzzo, de Associated Press, trabajó
en Bagdad hace más de cuatro años, cubriendo el aumento de tropas en 2007 hasta
el final de las operaciones de combate. Anteriormente trabajó para The Washington Times. Ahora, ha vuelto
para ver cómo ha cambiado la ciudad, visitando los escenarios bélicos con las
fotografías tomadas por sus colegas durante los últimos 10 años. Actualmente
trabaja desde El Cairo para la misma agencia.
El parque Abu
Nawas, donde huérfanos iraquíes y un soldado EE.
UU. fueron fotografiados jugando
al fútbol en abril de 2003.
Hace diez años era una zona insegura, ahora el parque es un lugar de esparcimiento familiar.
Monumento de las espadas
cruzadas, escenario de una fotografía con soldados
estadounidenses tomada en noviembre de
2008. El arco, hecho por encargo
de Saddam Hussein, se encuentra
en un patio de armas de poco uso en el interior de la Zona Verde, el
distrito fortificado situado a 10 km del centro de la ciudad, que es el principal punto de presencia occidental.
La realidad deIrak
10 años después de su invasión por Estados Unidos en aras de la “seguridad
mundial” es que ni había armas
nucleares o biológicas en el país, ni Bagdad patrocinaba el terrorismo
islamista. La campaña que destruyó las estructuras militares y políticas de la
dictadura alumbró una guerra civil con decenas de miles de muertos, la mayoría
a manos de las milicias surgidas del vacío de poder.
Museo Nacional Iraquí. Soldados
estadounidenses de guardia fotografiados fuera del museo en noviembre de 2003. Decenas de miles
de objetos que recorrían 7.000 años de historia de la civilización en Mesopotamia fueron saqueados de Irak en el
caos que siguió a la invasión
liderada por Estados Unidos en 2003.
Calle de Abu Nawas, donde fue fotografiado un huérfano iraquí
en abril de 2003.
Una década y un
billón de dólares después, nadie puede asegurar que el país árabe vaya a
pervivir como un Estado unificado y democrático. Ni la democracia ha echado
raíces, ni el terrorismo ha sido extirpado de un Irak laboratorio en buena
medida del fanatismo islamista. Tampoco Bagdad se ha convertido en estrecho
aliado de EE UU (es más bien el Irán chií el que profundiza su penetración) ni
en su privilegiado proveedor de crudo.
Una mujer y su hijo miran un
camello en el zoológico de Bagdad, al tiempo que Abdullah sostiene una fotografía
tomada en julio de 2003, en la se ve a un soldado
EE. UU. visitando el recién inaugurado parque zoológico. Sólo un puñado de animales sobrevivieron
a la guerra de 2003; luego, el recinto fue utilizado como un centro de detención para los saqueadores detenidos por soldados estadounidenses. Hoy en día
alberga más de 1.000 animales.
Los jardines
del Museo Nacional Iraquí. En la fotografía hay un tanque
del ejército de EE.UU., fue tomada en mayo de 2003.
Pocos creen en
el progreso de un país dividido, cuyos dirigentes están más atentos a la
intriga sectaria que al hecho de que casi la mitad de la población adulta no
tenga trabajo; o a que Bagdad, donde habita el 20% de los iraquíes, siga siendo
territorio de los dinamiteros, pese a su asfixiante telaraña de seguridad.
El fotógrafo Mohammed Raad posa con una foto tomada en junio de 2006 en la plaza Tahrir,
que muestra a un soldado iraquí en un puesto de
control.
La calle principal del distrito comercial de Karrada, donde en marzo de 2008
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