viernes, 5 de septiembre de 2014

La última yámana




Cristina Calderón, de 86 años, es considerada Tesoro Vivo de la Humanidad por el Gobierno chileno y la Unesco por ser la última representante de una cultura que desaparece. Es la única persona del mundo capaz de expresarse en yámana, el idioma (también conocido como yagán) que modelaron durante más de 6.000 años los habitantes más australes del planeta, los nómadas canoeros de la Tierra del Fuego. Alfons Rodríguez



 Nunca fueron demasiados. Su ventoso hábitat entre fiordos y glaciares no daba para mucho. Se estima que, a la llegada de los misioneros europeos en el siglo XIX, había unos 3.000 yámanas. Cinco décadas más tarde quedaban 130. Los diezmarían las enfermedades importadas —como el sarampión o la viruela—, la aniquilación de sus fuentes de proteínas por balleneros y loberos y la aculturación a que les forzaron los misioneros británicos.








Pese a la rudeza del clima subpolar, iban prácticamente desnudos. Una capa de grasa de lobo marino —su presa predilecta, junto a cetáceos, aves y mariscos— protegía del frío su cuerpo, de tronco robusto y piernas delgadas debido a su existencia de remeros. Vivían en pequeños grupos familiares, no tenían jefes y ambos sexos gozaban de idéntico reconocimiento. 



Hasta 1941, los últimos yámanas, menos de un centenar, vivían de la caza y el marisqueo en la Caleta Mejillones, al norte de la isla Navarino. Ese año, el Gobierno chileno los obligó a trasladarse a su actual emplazamiento junto a Puerto Williams, en el barrio de Villa Ukika.










“Durante décadas, nuestra gente se ha avergonzado de su identidad. En el colegio estábamos estigmatizados. Gran parte de la pérdida de nuestra herencia se debe a eso”, se queja Luis Gómez, uno de sus 14 nietos, pero reconoce que "no hemos hecho demasiado por rescatar nuestro legado”.










Una palabra yámana, mamihlapinatapai, es, según el Libro Guiness de los Récords, la más concisa del mundo. Significa "una mirada entre dos personas, cada una de las cuales espera que la otra haga algo que ambos desean pero que ninguno se anima a empezar".








Los yámanas —en su lengua, 'hombres', es decir, varones— eran cazadores-recolectores que se desplazaban en canoas de cortezas de árbol cosidas con tendones de animales y en las que prendían pequeños fuegos por entre las gélidas islas situadas al sur del canal de Beagle —actual frontera entre Chile y Argentina— y hasta el cabo de Hornos, a sólo 1.000 kilómetros de la Antártida. 





Fuentes: El País, Universidad de Chile (Fotos) 




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