En el
siglo XIX el mundo descubrió el guano en la costa del Perú. El excremento de millones
de aves marinas acumulado durante siglos en islas del océano Pacífico era el
fertilizante natural que alimentaba los cultivos europeos cuando empezaba la
agricultura industrial. Hoy, casi doscientos años después, cientos de hombres
con palas y con las manos desnudas siguen recogiendo los desechos de las aves
que se venden como abono: el «oro blanco» que alguna vez convirtió al país en La República del Guano.
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