sábado, 10 de febrero de 2018

Tarsila do Amaral: Inventora del arte moderno en Brasil




A Cuca, de 1924. Hace alusión a una criatura que en el folclore brasileño se dedica a asustar a los niños. En el cuadro, es un bicho deforme sin alcanzar lo grotesco que encaja perfectamente con el paisaje, estilizado al estilo cubista pero siguiendo una estética más brasileña: líneas curvas y colores fuertes.



“Quiero ser la pintora de mi país”, escribió Tarsila do Amaral (1886-1973) en 1923. Nacida en una rica familia de cafeteros en São Paulo, Brasil, estudió piano, escultura y dibujo antes de partir a París en 1920 para asistir a la Académie Julian, la famosa escuela de arte que atrajo a muchos estudiantes internacionales. Durante las siguientes estadías en la capital francesa, estudió en los talleres de  André Lhote, Albert Gleizes y Fernand Léger, desarrollando técnicas influenciadas por el cubismo y el modernismo. El cubismo, afirmaba, debía ser "el servicio militar" del artista moderno. Su obra es una mezcla de las grandes corrientes internacionales con sus raíces brasileñas.




O sono, 1892



A Negra, 1923
Carnaval em Madureira, 1924



Estudo (Academia no. 2), 1923
A rua, 1929




Composição (Figura só),1930



La retrospectiva que el Museo de Arte Moderno de NuevaYork dedica a Tarsila do Amaral, una de las más importantes personalidades del arte brasileño, permite ver la evolución de su lenguaje visual, desde el cubismo y modernismo hasta las obras en que aparecen sus motivos mitológicos brasileños, referencias a la compleja espiritualidad de su país y al omnipresente espíritu del carnaval, que marca un estilo característico de paisajes sensuales y vibrantes y escenas cotidianas. Sin embargo, su arte no fue aceptado por la burguesía brasileña, que lo consideraba como de mal gusto. “Fue en la década de 1960 cuando el país estuvo listo para aceptar la manera en la que integró todos los elementos de la cultura brasileña para producir una identidad artística distintiva, y una nueva generación de artistas descubrió el poder su arte”, recuerda Luis Peréz-Orama, comisario de arte latinoamericano en el MoMA.




Abaporu,1928

Antropofagia, 1929

Pintó Abaporu para su marido, el poeta Oswalde de Andrade, que representa una figura alargada y aislada con un cactus en flor. Esta pintura emblemática inspiró el Manifiesto de la antropofagia y se convirtió en la bandera de un movimiento artístico transformador, que imaginaba una cultura específicamente brasileña que surgía de la digestión simbólica o "canibalismo" artístico de las influencias externas.




Cartao postal,1929



Operários, 1933

Esta pintura marca un cambio radical en su trabajo cuando abandonó el ejercicio formal del arte moderno para convertirse en una artista comprometida política y socialmente. La diversidad racial representada en esta obra es una representación de la sociedad brasileña moderna y mestiza. Detrás de estos trabajadores, las chimeneas y los edificios representan el paisaje cada vez más industrializado de São Paulo.







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