miércoles, 19 de diciembre de 2018

Las mandíbulas de la hormiga Drácula son las más rápidas de la naturaleza





La hormiga Drácula ya era conocida, pero es la primera vez que se analiza la fisiología de sus mandíbulas mediante cámaras de alta velocidad. Ahora falta comprobar cómo usa sus mandíbulas en su entorno natural, fuera del laboratorio. Su biología, cómo capturan presas y defienden sus nidos, todavía necesitan una descripción.



La velocidad de los animales es un rasgo clave del rendimiento que puede determinar el resultado de muchas interacciones ecológicas, como las que existen entre depredadores y presas. Mecánicamente, la velocidad refleja la relación fundamental entre la forma y la función de los sistemas musculoesqueléticos. Los movimientos de animales más rápidos que se conocen pertenecen a artrópodos que han incorporado cierres y resortes en sus sistemas de apéndice para superar los límites de la potencia muscular.

En el estudio publicado en la revista Royal Society Open Science, los científicos han concluido que la hormiga Drácula, Mystrium camillae, puede morder con sus mandíbulas a velocidades de hasta 90 metros por segundo (320 kilómetros por hora), lo que la convierte en el movimiento animal más rápido registrado, aunque si es cierto que el halcón peregrino puede alcanzar velocidades de 360 kilómetros por hora al caer en picado. La especie ya era conocida, pero es la primera vez que los investigadores analizan la fisiología de sus mandíbulas mediante cámaras de alta velocidad. Ahora falta comprobar cómo usa sus mandíbulas en su entorno natural, fuera del laboratorio. Su biología, cómo capturan presas y defienden sus nidos, todavía necesitan una descripción.



A diferencia de las hormigas de mandíbulas trampa (Odontomachus), cuyas poderosas mandíbulas se cierran con un chasquido desde una posición abierta, las hormigas Drácula activan sus mandíbulas presionando las puntas juntas, cargándolas con tensiones internas que se liberan cuando una mandíbula se desliza sobre la otra, similar al chasquido de un dedo humano. Esta hormiga cuenta con la costumbre de beber la sangre de sus propias larvas sin matarlas, algo que los biólogos llaman canibalismo no destructivo.





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