jueves, 7 de marzo de 2019

Balamkú, el santuario subterráneo de Chichén Itzá




“Para los mayas, el subsuelo es el nivel del inframundo, donde existen las deidades, los espíritus, de donde vienen las cosas buenas, la vida misma. La salud, la lluvia, la agricultura vienen de las cuevas. Pero también pueden venir cosas malas. Si percibimos las cuevas como el punto de inicio de la vida, tal como lo percibían los mayas, podemos entender su importancia”, dice el arqueólogo Guillermo de Anda, director del proyecto GAM.



Especialistas del proyecto Gran Acuífero Maya (GAM) han documentado uno de los hallazgos más importantes en la antigua ciudad maya de Chichén Itzá, en Yucatán. Se trata de la cueva denominada Balamkú, en cuyo interior se han registrado cientos de artefactos arqueológicos pertenecientes a siete ofrendas, en su gran mayoría incensarios “tipo Tláloc”, indicativo de su uso ritual en tiempos prehispánicos. Debido a que el contexto se mantuvo sellado por siglos, contiene información invaluable relacionada con la formación y caída de la antigua Ciudad de los Brujos del Agua, y acerca de quiénes fueron los fundadores de este icónico sitio.



A lo largo de los siglos, se formaron estalagmitas alrededor de objetos rituales, como el quemador 
de incienso representado en la fotografía, con la imagen del dios de la lluvia Tláloc.



Los incensarios y vasijas hallados conservan aún restos carbonizados, alimentos, semillas, jade, concha y huesos, entre otros elementos que los antiguos mayas ofrendaron a sus dioses. Se estima podrían corresponder al Clásico Tardío (700-800 d. C.) y Clásico Terminal (800-1000 d. C.), los especialistas conjeturan que el espacio fue utilizado al menos durante estos periodos. En lengua maya, Balamkú significa “dios jaguar”, en alusión al atributo divino que los antiguos mayas asociaron a este animal mítico, el cual creían tenía la capacidad de entrar y salir del inframundo.



Una de las ofrendas, quizás la que más material arqueológico contiene, 
de las siete encontradas hasta el momento.



Ubicada al este de la Pirámide de El Castillo o Templo de Kukulcán, la cueva fue descubierta fortuitamente hace más de 50 años por un grupo de campesinos ejidatarios y cerrada casi inmediatamente después de su hallazgo. El santuario subterráneo fue redescubierto en 2018 por especialistas del proyecto GAM, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) junto con la National Geographic Society y la Universidad Estatal de California, en Los Ángeles.








Fuentes: INAH, GAM 
Fotos: Karla Ortega/Proyecto GAM




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