El investigador Juan Clemente Rodríguez Estévez pasó 11 años
estudiando el arco. Paco Fuentes
En la Sacristía Mayor de la catedral de Sevilla se conserva
una obra tan extraordinaria como desconocida. Su arco de ingreso, ejecutado
entre 1533 y 1535, contiene sesenta y ocho platos con alimentos cuidadosamente
esculpidos en piedra, reflejo de la realidad gastronómica del momento y de un
rico universo simbólico, y que solo se puede ver de modo completo desde el
interior y con las puertas cerradas.

Para explicar los orígenes, características y posibles
significados de este delicioso grupo escultórico, el historiador del arte y
profesor de la Universidad de Sevilla Juan Clemente Rodríguez Estévez le ha dedicado
un monumental estudio:
El universal convite. Arte y alimentación en la Sevilla
del Renacimiento. Una obra de más de 500 páginas con 600 ilustraciones para
la que ha contado con la colaboración de botánicos, zoólogos, arqueólogos,
cocineros, antropólogos, historiadores y arquitectos
. En palabras del autor en el
prefacio: “El
libro que tienen en sus manos se plantea como la exploración de una obra
extraordinaria que, partiendo de esta gran urbe del Renacimiento, nos permite
emprender un largo viaje a través del arte y la ciencia, la alimentación y la
cocina, la cultura y la espiritualidad de una época”.
Galletas y almendras. Antonio Luis Ampliato
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Un
plato de almejas. Antonio Luis Ampliato
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El banquete de piedra está en el entredós del arco, que es asimétrico (en esviaje) para ofrecer una visión frontal de la sacristía, y sirvió de modelo a otros banquetes que se esculpieron en la portada de las iglesias de cuatro conventos (Acolman, Yuririapúndaro, Metztitlán y Actopan) que la orden de los agustinos levantó en México en el tercer cuarto del siglo XVI, “y en ellas se mezclan los alimentos del viejo y el nuevo mundo. Junto a los inspirados en el arco sevillano aparecen piñas, cacao, pimientos, frijoles o el guajolote (el pavo de Indias). Como resultado de aquella empresa, ahora disponemos de más de 150 platos a ambos lados del Atlántico, en lo que fue el primer banquete global. Y de ahí y de su condición genuinamente eucarística viene el título de la obra: El universal convite", dice Rodríguez.
Un
pato con un limón. Antonio Luis Ampliato
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Una gallina de Guinea. Paco Puentes
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El reino vegetal, representado en 48 platos, es el
protagonista del arco con verduras y hortalizas (rábanos, ajos, cebollas,
lechugas, palmitos, cardos, alcachofas, pepinos, melón, berenjenas y
pimientos), fruta fresca (membrillos, manzanas, peras, granadas, higos,
madroños, ciruelas, nísperos melocotones, uvas, cerezas, cidros, naranjas
amargas y limones) y frutos secos (avellanas, algarrobas, piñones, castañas,
bellotas, nueces, almendras y dátiles).
En las carnes destacan los platos de cordero y de cerdo, junto a las piezas de
caza (ciervo, liebre y ardilla). Abundan las aves, todas desplumadas y listas
para cocinar (pajarillos ensartados, perdiz, codornices, becadas, pichones,
pollos, pato, gallina de Guinea y pavo real). En cuando a los productos del río
y de la mar se han incluido peces (róbalo, barbos, sardinas y lenguados) y
bivalvos (almejas y ostras del golfo de Cádiz).
Además, no faltan el queso y los huevos, los pasteles y dulces, entre los
cuales se incluyen empanadillas, pastelillos en tartaletas de hojaldre y lo que
podrían ser unas bolitas de azúcar, un producto sumamente apreciado, que
alcanzó una gran difusión en la época.

Arriba, desde la izquierda, el plato de limones con una
serpiente y plato con berenjenas. Abajo, naranjas y pajarillo picoteando un
racimo de uvas. Paco Puentes
Membrillos. Antonio
Luis Ampliato
Fuentes: lasprovincias, elpais
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