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La historia de Pingru y Meitang,
de Rao Pingru (Nanchang, 1922), es una exquisita memoria gráfica, una historia
de amor que se desarrolla dentro de las prisas de una nación que cambia
rápidamente. Una hermosa carta de amor que transita por los intersticios de la
formidable historia china del siglo XX.
Con el
tiempo, esos encuentros se convirtieron en recuerdos preciosos para ambos, pero
en aquella época los dos vivíamos con la dulce despreocupación propia de la edad
de la inocencia y carecían de significado para nosotros.
Pingru le
mostró su nuevo juguete que a Meitang pareció gustarle mucho.
Después
de graduarse en la academia militar en 1946, Pingru, de 26 años, fue a casa de
Meitang con su padre, ya que se esperaba que ambos se comprometieran. Allí
vio a una joven de unos 20 años pintándose los labios junto a la ventana, lo
que marcó su primera impresión de Meitang.
Desde niño, Rao
Pingru tenía talento para la pintura. Nunca asistió a clases, pero le gustaba
dibujar figuras e ideogramas en un mundo sujeto al imperio de los signos: la
escritura, la caligrafía y la ilustración con tinta y acuarela. Cuando el 19 de
marzo de 2008, tras sesenta años de vida en común, su esposa fallece a causa de
una enfermedad, la única forma que encuentra Pingru de apaciguar el dolor
lacerante es dejar a sus nietos constancia de sus recuerdos por escrito y en
forma de dibujos. Cuatro años después, esa veintena de cuadernos dieron cuerpo
a este libro extraordinario.
Cuando
Pingru y Meitang estaban saliendo, le cantó en inglés Oh, Rose marry I Love You, ya que era demasiado tímido para decirle directamente
"te quiero".
En 1948,
Pingru y Meitang se casaron en la provincia de Jiangxi, este de China.
"Mi
primera pelea con Meitang".
Meitang
pellizcó el muslo de Pingru porque no entendía
lo doloroso que era dar a
luz a un bebé.
Se llamaba Meitang
y fue para él como un ancla en un mundo embravecido. Se conocieron muy jóvenes,
el amor floreció lentamente y estaban destinados a formar una pareja normal,
como tantas otras. Sin embargo, el turbulento siglo XX les reservaba un camino
lleno de escollos. Primero, defender a su país ante la invasión japonesa;
luego, tras la boda, luchar contra los comunistas insurrectos liderados por Mao
Zedong; y más tarde, tras la derrota y el ingreso en un campo de ‘reeducación’,
tan solo se veían dos semanas al año, cuando él volvía a Shanghái para celebrar
con su mujer y sus hijos el Año Nuevo. En 1979, meses antes de que naciera su
primer nieto, regresó a casa para quedarse. La familia lo festejó en el estudio
de un fotógrafo. Un dibujo del libro recrea ese momento. Los dos ya tenían el
pelo cano.
Antes de
vender su último par de pulseras de oro, Meitang las puso
en las muñecas de su
hija mientras la niña dormía.
En una
mañana de verano, Meitang y Pingru pelaron edamame juntos.
Regresaron a
Shanghái y vivieron una vida sencilla y feliz.
A pesar del
dramatismo de la historia, Rao Pingru se resiste a caer en la amargura y a
dejarse arrastrar por el rencor. De alguna forma, ha logrado preservar la
mirada inocente, abierta y limpia del niño que nos encontramos al inicio de
estas páginas, y que, al final de la lectura, nos transmite con diáfana honestidad
su inmenso amor por la vida. En ese momento, Rao Pingru tenía 87 años. Durante
cuatro años, pintó más de 300 dibujos y 18 álbumes de fotos. Cuando recrea
momentos románticos y felices, pinta cuidadosa y meticulosamente. Cuando son
recuerdos tristes y dolorosos, pinta rápidamente.
“¿Dónde
está mi chi-pao negro con flores rojas?”. Meitang estaba muy enferma. Ella
de repente pidió un chi-pao que nunca antes había tenido. Mientras Pingru
estaba pensando en hacerle uno nuevo, se olvidó por completo.
Pingru,
de 87 años en ese momento, pedaleó durante 40 minutos para conseguir
algunos dulces para Meitang que ella pidió. Pero ya no se los comió.
algunos dulces para Meitang que ella pidió. Pero ya no se los comió.
"La
última lágrima". En la mañana del 19 de marzo de 2008, Pingru vio
una lágrima corriendo por la cara de Meitang. Ella falleció por la tarde.
una lágrima corriendo por la cara de Meitang. Ella falleció por la tarde.
Rao
Pingru a sus 96 años.
Yolanda vom Hagen
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Pingru muestra
sus pinceles en su casa de Shanghái, donde vive con uno de sus hijos. Yolanda vom Hagen
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Fuentes: salamandra,
crienglish, elpais, zendalibros
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