Expoliados de sus tierras, asesinados a tiros, malviviendo en chabolas, los guaraníes son un claro ejemplo de cómo la destrucción de la naturaleza ha llevado pareja el genocidio de un grupo indígena.
La ONG Survival, con motivo de la celebración del Día Internacional de los Derechos Humanos, lo denuncia en dos nuevos cortos, Hay que ser valiente y Los pistoleros, que recogen testimonios estremecedores de algunos de sus líderes e imágenes en las que la cámara recorre los extensos cultivos de soja y caña de azúcar y las grandes haciendas ganaderas, en las tierras que vivieron hasta hace unas décadas.
Miles de guaraníes viven ahora en condiciones miserables en campamentos improvisados en los bordes de las carreteras o en reservas superpobladas. El pasado mes de noviembre, Deborah Duprat, la Fiscal General Adjunta de Brasil, describió la reserva de Dourados, como "posiblemente la mayor tragedia que afecta a un pueblo indígena en todo el mundo". El obispo Erwin Kräutler, Premio Nobel Alternativo, se ha referido a su situación como "un genocidio cruel que el Gobierno está ignorando a pesar de que está sucediendo ante sus ojos". Las autoridades brasileñas tienen el deber de asegurar el futuro de los guaraníes garantizando su derecho fundamental a vivir en sus territorios ancestrales.
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