Un hombre de etnia dalit y su nieto descansan. Su familia ha vivido en Terai, en el sur de Nepal, durante más de cinco generaciones, pero todavía no tienen la nacionalidad. Si bien ésta se concedió a millones de personas de Terai en 2007, todavía un número desconocido, que incluye a musulmanes, pueblos indígenas y a los dalit, ha quedado excluido de la nacionalidad nepalí y, por tanto, de los derechos y oportunidades que conlleva.
Se estima que unos 30.000 niños de ascendencia filipina o indonesia en el Estado malasio de Sabah son apátridas o en riesgo de apatridia. Tienen escaso acceso a los servicios sociales o al sistema educativo. Como resultado, muchos niños empiezan a trabajar desde temprana edad en lugares como el mercado de pescado en la capital, Kota Kinabalu.
Lo dijo Hannah Arendt: "Ser despojado de la ciudadanía es ser despojado del mundo, es como volver al desierto, como hombres de las cavernas o salvajes, que pueden vivir y morir sin dejar rastro". La Agencia de la ONU para los Refugiados presentó el pasado octubre en la Sala de Exposiciones BBVA de Madrid la muestra “Gente de ninguna parte. Los Apátridas del Mundo”, del fotógrafo estadounidense Greg Constantine. A través de 48 fotografías esta obra trata de poner rostro a la realidad de miles de personas sin nacionalidad, apátridas que permanecen invisibles en los cinco continentes.
Antes de que se resolviera su situación de apatridia, el esposo de esta mujer de 20 años dejó que se casara con un hombre local con la esperanza de obtener la ciudadanía de Bangladesh. La chica está perdiendo la vista y no tiene una familia que la apoye a ella o su bebé. Para vivir hace bolsas de papel.
Miles de refugiados musulmanes rohingya en Bangladesh no están registrados y casi no reciben asistencia. Una mujer está sentada a un lado de la carretera con su nieto en el viejo campamento de Tal, en las cercanías de Teknaf. Las autoridades ya han reubicado a los residentes del campamento en una zona más segura y menos poblada.
Los nubios de Kenia, los rohingya de Birmania, los urduhablantes de Bangladesh, los tamiles de la colinas en Sri Lanka, los dalit en Nepal y otros en las fronteras de India, en Costa de Marfil, en Malasia, en Kuwait, las repúblicas de la vieja URSS... ACNUR calcula que son doce millones de personas en los cinco continentes. Son gente de ninguna parte, sin nacionalidad reconocida, que no pertenecen a ningún país.
La comunidad nubia en Kenia vive en el país desde hace más de cien años, pero históricamente nunca fue reconocida. Hasta en el último censo, realizado a mediados de 2009, esta comunidad fue considerada como "otros kenianos" o sencillamente "otros". En la foto, tres hombres nubios en una tienda en el suburbio de Kibera.
Un hombre burkinabé recoge vainas de cacao en una plantación en Costa de Marfil. Los no marfileños han sido la primera fuente de mano de obra en las plantaciones que han enriquecido el país, pero también han sido los chivos expiatorios para muchos de los problemas económicos y políticos de la nación. Muchos han vivido en Costa de Marfil por décadas y aún así millones de ellos no pueden probar su nacionalidad. Pocos pueden tener derecho a la tierra.
Las personas apátridas en muchos casos no pueden registrar el nacimiento de un hijo, viajar libremente, tener propiedades, casarse, se les niegan los derechos básicos como el derecho a la asistencia sanitaria, a la educación, a contar con la documentación de identidad, pasaporte, a votar o participar en procesos políticos. “La situación de marginación llega a tal punto que hemos conocido a familias que prefieren no tener hijos porque saben que les estarían condenando a vivir como apátridas y a que se perpetúe su condición de marginados, en un limbo legal”, dijo Mark Manly, responsable de la Unidad de Apatridia de ACNUR.
Este hombre es un apátrida de origen coreano. Se mudó de Uzbekistán a Ucrania en 1993 y ha vivido con una mujer ucraniana por más de diez años, pero la pareja no ha podido registrar su unión por carecer de documentos válidos.
Organizaciones internacionales de ayuda empezaron a construir una escuela para los niños galjeel, pero el proyecto se detuvo en 2005. Algunos niños galjeel juegan en el edificio abandonado. La mayoría de los niños no va a la escuela y los que sí van tienen que caminar varios kilómetros y son a menudos acosados por las tribus locales.
“Mi proyecto consiste en eso, en dar visibilidad a estos colectivos ahora invisibles, y que el mundo conozca su situación: confío en que eso pueda propiciar algunas soluciones en un futuro. Y que un día deje de haber gente que nace y muere sin identidad. Mi papel es ponerles cara”. Por su trabajo, ha recibido numerosos reconocimientos como el 'Pictures of the Year International' concedido por la Asociación Nacional de Fotógrafos de Prensa, el ' Premio de Presa de Derechos Humanos' de Amnistía Internacional, o el 'Premio Harry Chapin Media de Fotoperiodismo'.
Ciego de un ojo después de haber sido golpeado por un capataz mientras lo obligaban al trabajo forzoso, este hombre rohingya huyó de Myanmar a mediados de los 90. Él es uno de los 200.000 refugiados que se estima se encuentren en el sur de Bangladesh. La mayoría de las personas apátridas no son refugiados, pero los que lo son deben ser tratados según el derecho internacional.
El hacinamiento es un problema en las viviendas de muchos bihari en Bangladesh y la falta de espacio da muchos problemas de seguridad y salud. Familias de hasta 15 miembros viven en habitaciones de menos de 10 metros cuadrados. Esta familia de siete personas trabaja en su cuarto tapizado de papel periódico en el campamento de Kumi Tola, en la capital Dhaka.
Fuentes: ACNUR, Flickr, La Vanguardia
No hay comentarios:
Publicar un comentario