Muchacha con
abanico
El MuseoThyssen-Bornemisza, para celebrar los 20 años de existencia, ha escogido a
Gauguin, al que ya le dedicó una completa antología en 2004. La exposición Gauguin
y el viaje a lo exótico, comprende una amplia selección de
artistas de finales del siglo XIX y principios del XX, cuyas obras han sido prestadas por colecciones públicas y
privadas de todo el mundo, narra la aventura de Gauguin y su influencia en
generaciones posteriores.
Haere mai
Parahi te marae
Gauguin había
buscado durante años su paraíso primitivo. En Bretaña, en Panamá, en
Martinica... Viajes que resultaron nada idílicos, arruinados por enfermedades y
escaseces. Quería encontrar un lugar incontaminado en el que fueran
compatibles una vida fácil y gozosa en la naturaleza y la posibilidad de lo
misterioso, lo indecible. Su viaje a la
Polinesia es una incursión en lo exótico, pero también una búsqueda desesperada
de otra forma de vida
Idas y venidas
Cambio de
residencia
Su obsesión por reconquistar el primitivismo a través del exotismo, es
el hilo conductor de esta exposición que descubrirá de qué forma
el viaje hacia mundos supuestamente más auténticos produjo una transformación
del lenguaje creativo, y en qué medida esta experiencia condicionó la
transformación del modernismo: el fovismo francés y el expresionismo alemán.
Parau api (¿Qué hay de nuevo?)
Una de las telas más famosas de la historia de la pintura. Dos
mujeres jóvenes, una de frente y otra de perfil están sentadas en el suelo
entretenidas con alguna labor del campo. Sus potentes piernas y brazos al aire
destilan poder, pero están caídos sobre el suelo y sobre el cuerpo. Sus rostros
oscuros y negras melenas no expresan emociones. Ambas van vestidas con
coloridos vestidos que llenan de luz la imagen. Su actitud contemplativa las
transforma en máscaras situadas delante del espectador, sin ninguna
perspectiva.
Mata Mua (Érase una vez)
Un cuadro que representa como ningún otro el mundo idílico que
perseguía Gauguin. Es un paisaje rodeado de montañas en el que un grupo de
mujeres adora a Hina, la deidad que simboliza la Luna. Esas mujeres que bailan
en medio de su peculiar paraíso son una perfecta metáfora del mundo que el
artista buscaba en islas remotas de la Polinesia francesa. No sabía que el
mundo del que venía huyendo ya había contaminado también el paraíso ancestral
que necesitaba encontrar para empezar de nuevo en su atormentada vida y
reinventar su forma de entender la pintura.
.
Dos mujeres
tahitianas
La intención del
artista fue llevar una existencia armoniosa, acorde con la inocencia y vida de
los nativos "sin otra preocupación en el mundo. Más
que expresar, como lo haría un niño, las impresiones de mi mente, usando solo
el medio del arte primitivo; el único medio correcto, el único medio
verdadero". Solo quiere amar, pintar y morir, pero allí se encuentra con
que esa paz soñada ha sido violentada por los colonizadores y por la Iglesia y,
a modo de denuncia, proclama en sus cuadros el retorno al paraíso perdido.
Mujer tahitiana
Paisaje con
perro
Vivió como un colono, bastante aislado de la población local, y su
pintura, tras constatar de inmediato que su Tahití soñado había desaparecido
por completo gracias a la actividad comercial y a la evangelización religiosa,
omitió esa occidentalización y recreó libremente el paraíso perdido maorí.
Hasta su muerte en 1903, no había conseguido el reconocimiento de la crítica en
las diferentes exposiciones que se le habían dedicado en París. Después, se celebraron
exposiciones, se editaron sus escritos, se difundió su leyenda hasta el punto
de que su visión de las islas pasó a ser casi canónica.
Matamoe
Fuentes: ElPaís, El Cultural
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