sábado, 20 de abril de 2013

El amor de Alfonso y María pervive 300 años después




Fragmento de la carta recuperada en Toledo. Manuel Palencia


“… En cuanto a la letra, no la he visto mejor de mujer, y lo que encargo es que se acuerde Vuesa Merced de mi estando ausente y para que se han de gastar entre los dos circunloquios porque es mi afición tanta a Vuesa Merced que me abraso en amores, y así querida mía, digo, así en ausencia como en presencia siempre me abraso…”. Toledo, 19 de octubre de 1700.




Del hombre que escribía estas apasionadas líneas en octubre de 1700 sólo sabemos el nombre: Don Alfonso de Vargas y Montes. De la destinataria de tan sentidas palabras sabemos un poco más, pero poco. Se llamaba María de Sierra y vivía en la vieja judería de Toledo, en la calle San Miguel de los Ángeles, cerca del Taller del Moro, en una de esas zonas de la ciudad donde sus tortuosas calles de piedra susurran historias. A los dos se les supone cierto nivel social, a uno por el lenguaje que emplea, a la otra por la dimensión y ubicación de la casa que habitaba.


En esa casa, en esa calle, vive hoy Marina Riaño, una profesora de francés jubilada que acometió reformas en su casa hace unos años. Escondida tras el vetusto artesonado de una de las habitaciones, a unos 30 centímetros de profundidad, apareció, bien enrollada como un billete, la carta de don Alfonso. En la carta estaban ilegibles algunas partes, pero en general se conservaba en muy buen estado. 


Manuel Palencia, historiador e investigador toledano, transcribió la carta y dio a conocer el hallazgo. "Los apellidos son muy comunes en Toledo desde siempre y va a ser difícil saber la historia de los protagonistas. Se puede inferir que se trata de un amor prohibido, pero poco más", dice el investigador.





EFE
 




 Fuente: El País, ABC




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