Un soldado francés dispersando
a unos saqueadores de los hogares pertenecientes a familias musulmanas en el
distrito de Miskine de Bangui.
El conflicto que
asola la República Centroafricana, donde en menos de un año han muerto miles de
personas, continúa entre los grupos rebeldes de mayoría musulmana que forman la
coalición Séléka y las milicias de autodefensa Antibalaka (antimachete)
de mayoría cristiana. En el distrito Miskine de Bangui, en la avenida que
conduce al barrio PK5 (a cinco kilómetros del centro), una zona de mercado
cuyas tiendas son de musulmanes, todas ellas han sido saqueadas por los
residentes cristianos en los últimos días, ya que los milicianos Antibalaka han
hecho retroceder a las facciones musulmanas; mientras, las fuerzas francesas y
de la Unión Africana se esfuerzan por contener el odio y la barbarie que se ha
adueñado de este empobrecido país y evitar el derramamiento de sangre. Un toma
y daca visceral que no cesa y que ha sembrado el miedo en ambas comunidades.
Tampoco el nombramiento de una nueva presidenta, Catherine Samba-Panza, ha conseguido
amainar la violencia.
En muchos
barrios reina una calma incierta. Pero los hospitales siguen recibiendo heridos
por bala o por machete a diario, en una rutina violenta en la que se enfrentan
ya vecinos contra vecinos, enemigos no por apoyar a uno u otro grupo armado, sino
por ser musulmán o cristiano. La mayoría de
los cristianos se refugian en centros religiosos o en campos de desplazados
como el del aeropuerto (protegido por los franceses) donde se hacinan más de
100.000 personas. Los musulmanes se reagrupan en sus barrios, muchos ya han
iniciado el camino del exilio y dejan Bangui y el país.
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